La fiera (parte 2)

Es inútil intentar atrapar el agua con una mano, las oportunidades se deslizan como agua entre los dedos, por eso es mejor tener un recipiente cerca, cuando llegue el momento oportuno podremos tomarla y saciar nuestra sed.

Parte 2 “Sequía”

Un pañuelo se distinguía entre el tumulto, ¡aquella delicada mano!, era como si un ángel me mirase, como si agitara su pureza en aquel divino pañuelo, lo sostenía la graciosa criatura que inundo mis pupilas, crecieron mis fantasías y deseé poder hablar con ella, estaba sentada en la séptima grada… ¡Tengo que hablar con ella!

Troyano  le  dirigió una sonrisa que hizo extensiva a su público, salió corriendo desesperado, la mirada perdida, no encontraba a aquella chica que desde la tribuna le había arrebatado el alma.

Entonces vi su cabello castaño, colgaba hasta su cintura entrelazado y adornado por broches de oro; quise correr hacia ella, imaginé que tomaba su trenza entre mis manos, que la acariciaba, que dulcemente la elevaba hacía la punta de mi nariz, que exhalaba su perfume, pero aquellas eran sólo quimeras que bailoteaban en mi cabeza mientras mis piernas se mantenían inmóviles. Desperté de mi fantasía y ordené a mis extremidades inferiores que corrieran hacia ella, apenas me obedecía mi pierna izquierda para dar el primer paso cuando casi lo atropello.

Un niño se abrazó a la pierna de troyano antes de que él pudiese caminar…                                                                 -Señor, es usted increíble-  le dijo el pequeño.                                                                                                     -¿Viste cuando el león hizo rawrr rawrr rawrrr?- gritaba otro.                                                                       -Si, si y entonces levantó su espada y plush plash ¡¡cabum!!- decía un niño arremedando al gladiador.                                                                                                                                                                           

Rápidamente me vi rodeado de una multitud de niños, bajé los brazos y entre mis manos sostuve al tímido crío que aún permanecía aferrado a mi pierna, lo levanté a la altura de mi pecho y le dije: “Gracias” posteriormente le susurré: ¿puedes hacerme un favor?, el niño asintió. Pensé en mandar al chico con la bella dama de la séptima grada  y extender mi cortesía hacía la misma, una invitación a mi próxima batalla, era en tan sólo 3 días en el Coliseo; si resultaba victorioso el príncipe me nombraría gladiador de primer grado, entonces podría dejar de combatir leones y enfrentarme a otros gladiadores. Le di al niño las indicaciones necesarias, fecha, lugar y hora; pero en vano gire mi cabeza por los alrededores, pues no encontré a mi ya desaparecida dama. Maldiciendo haberme quedado sumergido en mis pensamientos, bajé al niño y le agradecí dándole algunas monedas.

***                                                                                                                                                                                       Era la primera vez que Isabela asistía a un enfrentamiento de ese tipo, hombre-bestia. ¿Matar animales por diversión? ¿Quién de los dos es la bestia?. Bajo la luz de la luna, inmersa en el calor de sus sábanas de terciopelo sudó frío, sintió las enormes fauces del animal cerca de su pálido rostro, estaba acorralada, en un sólo rugido la bestia le robaba el aliento que le restaba en el corpus.

Mi cuerpo desnudo sobre la arena caliente era como si con cada rugido la bestia desnudara mi cuerpo, mi alma y mis pensamientos. Me sentí indefensa, vulnerable, podía ver mi miedo, el pudor latente a las afueras de mi piel, quise llorar y gritar, de mi boca no salió nada. Cerré los ojos  porque no soportaba ver mi trágico desenlace a manos de esa imponente bestia, al cerrar mis párpados la única sombra que vislumbre fue la de él, cerré los ojos y entendí como proceder.  Alcé con sigilo mi pierna derecha, suavemente hice rozar su piel con la mía.

Isabela acarició con cuidado la tersa piel del animal, conforme lo iba haciendo la sensación se tornaba más placentera…era como si con cada roce aterciopelara el pelaje del mamífero, lo amansaba con cada caricia…comenzó a hacerlo en uno de los costados con su pie derecho, posteriormente cuando la bestia se encontraba en templanza pudo levantarse.

Comencé a acariciar su gran melena y después acerque mis manos a su hocico, sin miedo deslicé mis dedos por sus bigotes, el león bostezo, me asusté un poco y retrocedí,  lo miré a los ojos y supe que podía hacerlo, lentamente puse mis manos sobre sus colmillos y los frote despacio, el león cerró sus fauces cuando dejé de hacerlo. Desfallecido, dejó caer su peso y se quedó profundamente dormido; yo hice lo mismo, me quede dormida usando su lomo como almohada, desnudos los dos sobre la arena caliente, durmiendo… entonces desperté.

Al despertar Isabela no comprendió nada, la sensación: un placentero escalofrío. Después de aquel sueño sólo tenía en claro una cosa: no quería volver a asistir a un enfrentamiento como el de aquella tarde.